Pablo Picasso
La habitación
azul. Picasso, 1901
(Escena escrita
por Lucía Sanjurjo)
Cuarto con cama de una plaza,
mobiliario antiguo y en malas condiciones. En las paredes hay afiches
enmarcados de una bailarina. Una mujer pisando los treinta está sentada en la
cama, con una toalla en la cabeza y a medio vestir. Mira cada rincón del cuarto
y mira hacia el piso, lo hace reiteradas veces mientras se saca la toalla de la
cabeza y comienza a desenredarse el pelo mojado. Se pone unos jeans, la última
prenda que le quedaba por vestir. Todo lo hace con movimientos lentos y
pausados. De fondo, no muy fuerte se escucha “Anarchy in the UK” de los
Pistols.
Golpean la puerta.
Lila: Ya voy! Deciles que bajo en cinco.
Alma: Dale, nena! Ya llegaron todos, hasta los que vienen de Buenos
Aires.
Entra al cuarto una mujer mayor,
muy bien vestida y maquillada exageradamente. Mira a la chica de arriba abajo.
Alma: ¿Todavía estás así? ¿No te vas a arreglar un poco más?
Lila (peinándose): Para lo
desarreglada que estoy por dentro, estoy divina…
Alma (mientras endereza el marco
de uno de los afiches): Lila, esto ya lo hablamos mucho, más de lo
necesario diría yo. Me imagino que con la psicóloga también lo habrás hablado,
ya pasaron varios meses. Lila la mira con el peine
detenido en un nudo de su pelo.
Lila: Alma, abuela, yo entiendo que estés ansiosa, son tus parientes…
Alma (interrumpe): son tus parientes también! Dale, apurate, tu
padre hubiera estado listo en diez minutos.
Lila guarda algunas de sus prendas en una valija y queda inmóvil
cuando escucha la última frase. Su cuerpo se tensa pero vuelve a la situación
de pasividad.
Alma: Tu madre llamó hace un rato, te estabas bañando, no quiso dejar
mensaje, apenas me saludó. Dijo que cuando puedas la llames.
Lila: Debe tener cargo de conciencia, para que llame a tu casa…
Ruido de vasos, voces saludándose, pasos y puertas que se abren y
cierran conforman un murmullo que va aumentando de volumen.
Alma: Nena, los invitados se deben estar preguntando qué pasa que no
bajás!
Lila (ojos llenos de lágrimas, cambia la calma abúlica que tenía,
por una ira contenida): Los invitados que se pudran ahí abajo! Me importa
tres carajos lo que piensen! En mí quién pensó antes, eh? Mi madre cuándo me
dijo que mi padre era otra persona? Vos, cuándo te enteraste que tenías una
nieta de dos años y te callaste la boca? Una mierda te importé yo, una mierda
te importó tu hijo que se murió sin saber que yo existía!!! Yo esperé 27 años,
sin saber que esperaba, y esa manga de pelotudos no pueden esperar media hora?
Alma (la mira con una mezcla de miedo y enojo y se sienta en una
silla): Pero nena, no grites así! Fue culpa de tu mamá, ya lo sabés.
Lila (sigue poniendo ropa en la valija): Cómo les gusta a todos
ustedes la palabra culpa, eh!! A todos! No se salva uno! Vos, mi mamá, mis tíos
(buitres son esos), justo cuando me ven en el teatro (señala un afiche) se
interesan por su sobrina.
Lila (agarra el celular y manda un mensaje de voz por whatsapp):
Ale, perdoname, a casa hoy no voy a volver, no te
preocupes, te quiero (llorando) yo después te llamo y te digo qué voy a
hacer.
Sube el volumen de la música (ahora es “WhoMadeWho” de ACDC). Cierra
la valija, la agarra, abre la puerta y grita:
Lila: Pueden irse a sus casas nomás, el culebrón se terminó, si
quieren vayan a mirar la novela de la tarde, a mí no me joden más!!
Sale de la habitación dando un portazo. Alma se destapa los oídos que
previamente se había tapado con sus manos, se para súbitamente y sale tras
ella. Nena, qué hacés?! Qué hacés?!
Habitación vacía con música de ACDC.